Por Dr. Eduardo Méndez, Médico Deportólogo y miembro de la Agrupación de Médicos de Clínica INDISA (AMCI).
Hoy es un buen día para reflexionar sobre el estado de la salud global, así como para aumentar la conciencia sobre las enfermedades y los problemas de salud que afectan a personas de todo el mundo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció el Día Mundial de la Salud el 7 de abril de cada año, en conmemoración de la fundación de la OMS en 1948; buscando destacar cada año un tema específico para este día, sobre algún problema de salud mundial de importancia crítica. Para el año 2023, en su 75 aniversario, se ha escogido como tema “Salud para todos”, buscando remarcar los avances y logros en salud pública para este fin y dar un impulso para seguir en ese camino.
La celebración de este día es una oportunidad para destacar la importancia de la prevención y el tratamiento de enfermedades, así como para promover estilos de vida saludables y medidas de salud pública eficaces. También es un recordatorio para comprender que la salud es un derecho humano fundamental y que todos tenemos la responsabilidad de trabajar juntos para garantizar que todas las personas tengan acceso a atención médica de calidad y a un entorno saludable, entendiendo que estos objetivos poseen tanto costes como ganancias sociales, económicas y culturales importantes, donde la vinculación público y privada es fundamental, no sólo de cara a responder por las enfermedades, sino en la entrega de espacios y herramientas para que las personas se mantengan más saludables física, mental y espiritualmente en el tiempo.
Según cifras de la Cepal, en 1950 Chile figuraba con 53 años como esperanza de vida al nacer, mientras que en 2022 esta cifra pasó a los 79.5 años. Se estima que al 2100 alcancemos los 91.9 años, liderando el ranking regional. Indicadores alentadores que sin duda implican una exigencia para garantizar atención universal, accesible y oportuna a todos los chilenos y chilenas.
En la última década, Chile ha enfrentado varios desafíos y problemas de salud importantes que ponen a prueba las condiciones de bienestar en salud que puedan ser entregadas a la población general, entre ellos cabe destacar el envejecimiento poblacional; el explosivo aumento migratorio, incluyendo condiciones y enfermedades distintas a las enfrentadas por el sistema sanitario chileno; el importante aumento en las tasas de sobrepeso, tanto en población adulta como infantojuvenil; la persistencia e incremento de enfermedades de alto coste, como son los cánceres y enfermedades cardiovasculares; la exposición a contaminantes; el aumento en el abuso de sustancias; y el estrés generado por factores externos, como el alza en el precio de alimentos más saludables, el impacto de las crisis socio-económicas o el efecto de la pandemia del COVID-19 sobre la sociedad.
Así, más allá de reforzar la red sanitaria, tanto del punto de vista operativo, de gestión y perfeccionamiento humano e instrumental, el cuál ha estado tan acostumbrado a actuar reactivamente sobre los problemas; el Estado, los actores privados y cada persona que vive en Chile, deberían tomar un rol activo para incorporar estilos de vida saludables y desarrollar una educación de salud preventiva antes que curativa, escalando en las diversas dimensiones de la sociedad, sus segmentos poblacionales y espacios público, privado y académico.
Así, frente a este escenario, sólo cabe reforzar que como personas, pequeños cambios cotidianos como movernos más, pasar menos tiempo expuestos a situaciones estresantes, hidratarnos mejor, priorizar nuestro sueño, escoger alimentos más saludables dentro de nuestras posibilidades, hacer ejercicio y compartir con otros, pueden aportar beneficios personales y a nuestro entorno, y quizás revertir indicadores en los que Chile lidera el ranking.