En el pandémico mundo actual, la salud mental de los trabajadores se vuelve un punto angular en el desarrollo de la empresa, en donde buscamos mantener el equilibrio entre todos los aspectos que definen el bienestar de nuestros colaboradores. La pandemia de COVID 19 nos golpeó de distintas formas, aislándonos, cargando de trabajo espacios que no se encontraban adaptados para ello y generando presión sobre los equipos de atención en salud.

Los trabajadores del área de salud, acostumbrados a sobrellevar situaciones estresantes, se vieron enfrentados a nuevos desafíos al comienzo de la pandemia, teniendo que realizar sacrificios adicionales a los ya realizados en tiempos “normales”. Con el inicio de la alerta sanitaria y de las restricciones a la movilidad desde marzo de 2020, los trabajadores del rubro se vieron expuestos a extender sus turnos, los que muchas veces llegaban sin mayor esfuerzo a 36 horas de trabajo continuo, dos o tres veces por semana. Junto a ello, se vieron forzados a dejar de lado a su familia, ya que tuvieron que hospedarse en residencias especiales para prevenir vectores de contagio hacia sus familias. Si bien en el rubro existe la satisfacción de haber salvado vidas, muchas veces el sacrificio emocional, físico y social no se vio recompensado monetariamente, lo que a su vez generaba una situación de descontento, malestar físico y emocional y distancia social.

La agresión recibida por la Enfermera Pola Álvarez no hace más que revivir un fantasma que ha estado presente muchos años en el personal de salud, un ambiente que muchas veces dado el nivel de estrés se vuelve tóxico y perjudicial para quienes integran este espacio de trabajo. Las condiciones de trabajo precarias en que la mayoría de los funcionarios tiene que desempeñar sus tareas, sumado a los sacrificios ya descritos, comienzan a generar un clima que vuelve propensos a los funcionarios de salud a desarrollar problemas de salud mental. Desde fuera de las instituciones de salud se pueden generar ciertas preguntas e inclusive críticas al manejo profesional de estos trabajadores. ¿Acaso no los preparan en la Universidad para afrontar situaciones complejas?

En esta ocasión no escribo como experto basado en la evidencia empírica ya que no me he detenido a analizar las cifras o los cientos de estudios sobre adicción, burnout, acoso o problemas de salud mental en trabajadores de la salud, lo que si hago en esta columna es escribir como profesional de la salud mental y también profesional del área de recursos humanos, el que se desempeñó durante gran parte de la pandemia en un hospital público, por ende, la autoridad para escribir sobre salud mental en funcionarios de la salud no me la da una cifra específica o una investigación, sino que más bien me la da el haber sido parte del problema de la salud mental en centros de la salud.

Cuando trato de hacer memoria respecto de donde parte la cobertura mediática de este brote epidémico de salud mental, me es difícil no recordar los emblemáticos casos del Hospital Clínico de Viña del Mar, en donde en cuestión de meses, se sucedieron dos episodios graves de acoso laboral, cuadros de estrés severo y negligencia por parte de las autoridades respectivas, encargadas de proveer ambientes de desarrollo óptimo para sus trabajadores, los cuáles claramente no se dieron y terminaron costando la vida de dos Enfermeras.

Uno se pregunta si se podría haber hecho algo para prevenir que ambas funcionarias tomaran la decisión de cometer suicidio. La respuesta es un si tajante. Recuerdo algunos comentarios en las noticias de sitios como EMOL o La Tercera, en donde decían que las profesionales se suicidaban por problemas personales o porque eran “niñas chicas mimadas” entre otras atrocidades. La verdad es que cuando existe un desconocimiento grave de la realidad que se enfrenta día a día en un hospital o en una clínica las opiniones peyorativas brotan como maleza. La verdad es que la frase más

discutible es si un funcionario de salud se suicida por problemas personales ya que cuando tienes una jornada de veinticuatro horas, día por medio, tu trabajo pasa a ser tu familia, tus amistades, tu vida prácticamente completa, por este motivo si tu vida personal anda mal es porque tu vida laboral está mal.

Ahora bien, podríamos cuestionarnos mucho sobre cuál es el límite entre el trabajo y la familia o qué medidas se podrían haber tomado, pero lo más importante es plantearse la pregunta ¿Qué podemos hacer para mejorarnos y superar toda esta adversidad?

Quizás podríamos partir por tener mejor memoria.

Los eventos del domingo 26 de junio de 2022 son quizás la primera agresión directa de carácter grave que se logra atribuir a un contexto laboral y que llega a los medios, sin embargo, tenemos una serie de agresiones indirectas que se esconden en una gran cifra negra. Cada persona se podrá cuestionar el qué pasó por la cabeza de cada una de las personas que cometió suicidio por motivos laborales, algunos podrán ser más empáticos y entender el nivel de desesperanza y soledad que puede llegar a sentir cada persona que toma la decisión de quitarse la vida. La pregunta clave en este caso es ¿Cómo se llega ahí?

Mientras buena parte del país se protegía en sus casas de los contagios de COVID, muchos funcionarios de la salud sacrificaban mucho más que su salud física en extenuantes jornadas de trabajo dobles y triples. No por semanas, no por meses, en muchos casos hasta el día de hoy. Quizás este es el tipo de cansancio que todos podemos comprender, algunas personas dirán que todo esfuerzo tiene su recompensa y en este caso no se puede negar que las recompensas no faltaron; la satisfacción de salvar vidas y las remuneraciones estuvieron ahí, sin embargo, nos debemos cuestionar si la satisfacción económica vale la pena en función del sacrificio de nuestra salud mental. Las bajas remuneraciones en estamentos técnicos y auxiliares, sumados a un constante desdén de parte de funcionarios con mayor jerarquía, hace que el ambiente se vuelva pasivo agresivo y muchas veces netamente agresivo. Por otro lado, las circunstancias incontrolables por parte de la organización marcan a fuego a los trabajadores y hacen que se planteen una y otra vez la pregunta

¿Vale la pena? Desde lo que me tocó ver, muchos profesionales de salud tuvieron que alejarse de sus familias, dejarlas de lado, postergar su desarrollo familiar, ver crecer hijos a distancia, en algunos casos ver morir a gente importante de su entorno sin poder dejar su puesto de trabajo. Estas situaciones, incontrolables para las organizaciones, fueron generando una serie de deterioros en la ya mermada salud mental de los trabajadores de la salud. Hay que recordar, que en tiempos normales los turnos son mayoritariamente de doce horas, teniendo que esperar a tu colega para que te releve. Aquí es donde se generan muchos de los altercados que en el día a día no son sopesados, pero que en el largo plazo generan mermas en la calidad de vida de los trabajadores. Ahí es donde como instituciones, como organizaciones dejamos de lado a nuestros trabajadores. Cuando algunos de ellos se atrevieron a relatar sobre el acoso laboral del que eran víctimas por parte de pares, jefaturas o subalternos, los cuestionamos, se repitió muchas veces la frase “así es el mundo de la salud”, no le dimos la atención necesaria. Por ese motivo terminamos con profesionales suicidándose en medio de una pandemia, por los altos niveles de estrés, por el alto costo emocional y por el bajo apoyo de las organizaciones.

Hoy en día tenemos una legislación que pena el acoso laboral y da protección a las víctimas de Acoso Laboral y Sexual, entre otros tipos de vulneraciones en el espacio laboral. ¿Qué tan ineficaces debemos ser para que existiendo una regulación vigente veamos que día a día esta situación se nos escapa más de las manos? Quiero creer que es por desconocimiento, quiero creer que es por ignorancia. La ley 16.744 de Accidentes y Enfermedades Profesionales, promulgada en 1968 y con su última actualización a marzo del 2022, es la que rige a las áreas de prevención de riesgos en materias de accidentes del trabajo, accidentes de trayecto y enfermedades profesionales. Son conocidas por muchos trabajadores las prestaciones de las primeras dos coberturas de este seguro, por algunos pocos la tercera. Muchos trabajadores menos conocen que dentro de estas enfermedades profesionales no sólo se contemplan enfermedades físicas, sino que también se consideran enfermedades de salud mental asociadas a factores de riesgo psicosocial.

¿Cómo funciona la ley?

De forma breve, la ley funciona como un seguro, en que existe un organismo administrador de esta ley (Más conocido como mutualidades. Según tu empleador, puede ser la ACHS, Mutual, IST o ISL), el que administra las prestaciones médicas y económicas contempladas en la ley. Ahora bien, la letra chica de este seguro nos indica que, si existe una denuncia por una posible enfermedad profesional, esta denuncia será sometida a una Evaluación del Puesto de Trabajo, en donde peritos expertos recopilarán los datos necesarios para validar la denuncia. En el caso de los riesgos psicosociales, este peritaje contempla entrevistar a colegas del afectado, los que van como testigos tanto por parte de la empresa como por parte del colaborador afectado. Se suman a ello los documentos que las partes quieran agregar, como registro de vacaciones, registros de capacitaciones, comprobantes de rentas, cotizaciones previsionales, contrato, etc. Finalmente se suman a esta evaluación y documentos emitidos por recursos humanos, los informes técnicos de los tratantes del colaborador afectado en dependencias del organismo administrador, vale decir, se suma el informe de tu psicólogo y/o tu psiquiatra. Todo esto va a la comisión médica de tu organismo administrador, el que finalmente de forma teóricamente imparcial decide si tu diagnóstico está de acuerdo con lo amparado por la ley. El secreto es que, ante situaciones evidentes de acoso laboral y vulneración, muchas veces esta comisión falla en contra del denunciante, peor aún, la mayoría de las veces fallan en contra de los trabajadores. El trasfondo es que, como cualquier aseguradora, tratan de no entregar el servicio pactado, buscando resquicios que permitan garantizar la sustentabilidad económica del organismo administrador, el cual es Juez y verdugo en el proceso de calificación del trabajador.

Si bien existen procesos de apelación a la calificación de una enfermedad profesional, estos son complicados y lentos, dejando a los trabajadores en situaciones de indefensión continua ante los episodios de acoso.

Muchos de ustedes a esta altura se cuestionarán que tiene que ver todo esto con el ataque a Pola o los lamentables suicidios de funcionarias de la salud. La respuesta es que tiene todo que ver, ya que para comprender la fenomenología que hay detrás de una agresión brutal hay que estar al tanto de cada uno de los hechos precursores, hay que manejar todo lo que pasó, todo lo que se pudo haber hecho y todo lo que no se hizo. En el caso de las enfermeras de Viña del Mar, todo lo que se pudo haber realizado falló, no hubo contención, no hubo medidas contra el abuso, no hubo un área de calidad de vida que pudiera compensar las necesidades inmediatas, no hubo un área de prevención

de riesgos que pudiera prevenir que las profesionales tomaran una drástica decisión antes de poder ofrecerles ayuda. El diagnóstico es negativo, todo lo que se pudo haber hecho no se hizo o no fue funcional, dejando sumidas a ambas profesionales en un abismo de estrés y acoso laboral. Por otro lado, en el caso de Pola, la agresora, días antes de ser desvinculada envió una carta denunciando episodios de acoso laboral, los cuales al parecer no fueron acogidos por el organismo competente dentro de la institución. Si bien ser víctima de acoso laboral nunca será la justificación para cometer un acto criminal, tenemos una serie de casos documentados y en la cultura pop en que la víctima termina por convertirse en victimario, considerando justas y apropiadas medidas desproporcionadas y que, si no son constitutivas de delito, bordean el marco penal. Encontramos referencias a esto en la cultura pop, por ejemplo, en la novela “Carrie” de Stephen King y en las películas homónimas. En ellas vemos como una víctima de acoso, termina agrediendo a sus victimarios, de forma desproporcionada y considerando justa esta venganza. Por el momento, el caso de Pola se encuentra en investigación y ya tiene dos detenidos, si bien en primera instancia Pola pareció recuperarse de forma rápida y satisfactoria, tuvo que volver a ser internada en los últimos días por complicaciones asociadas a la agresión.

Para concluir este breve análisis sobre las causas de la decadente salud mental de los funcionarios de salud, debemos analizar si nuestra meta es erradicar las situaciones de violencia en el espacio laboral de los funcionarios de salud (y ojalá de todos los espacios de trabajo), de ser así es interesante crear una línea base de acción, levantando un diagnóstico claro de cuáles son los factores para tener una paupérrima salud mental. Acto seguido, debemos comprender que por si sola, la persecución legal de casos extremos no debiese ser la solución sino que más bien debiésemos orientar nuestros esfuerzos en generar un espacio de mejora en el que abordemos desde mucho antes los problemas que tienen nuestros colaboradores, también debemos enfocarnos en las maniobras de prevención de los eventos de acoso laboral, prevención del estrés y de toda forma de vulneración a la salud mental del trabajador, dando una acogida real a las víctimas cuando no se logre prevenir y dando herramientas adecuadas a nuestros equipos de prevención de riesgos y calidad de vida. Por otro lado, me parece fundamental el rol de los organismos administradores de la ley 16.744, creando un nuevo organismo que pueda peritar cada denuncia y oficiar a los organismos administradores a cumplir con su mandato legal de dar cobertura en salud y prestaciones económicas a las víctimas de vulneraciones incluidas en la ley. A su vez, aumentar la eficiencia en el proceso calificatorio y de apelación es vital al momento de dar un acompañamiento real a las víctimas. Con estas medidas, a mi parecer, debería ser suficiente en un principio para poder prevenir nuevos actos delictuales entre compañeras y compañeros de labores y acompañar a quienes se sientan desamparados y desilusionados del especio de trabajo en que se desempeñan. Les invito a pensar en propuestas de mejora, proponerlas en sus espacios de trabajo a sus Comités Paritarios, delegados de calidad de vida y/o prevencionistas y en caso de requerir ayuda, les recomiendo dirigirse a cualquiera de los profesionales de las áreas ya mencionadas los que si bien pueden no tener todas las herramientas necesarias, sabrán como apoyarles para superar cada una de las situaciones que les agobien ya que si bien en la mayoría de los casos las herramientas no son muchas, como dice la canción de Gerry and the Pacemakers, tú nunca caminarás solo.

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